miércoles, 28 de marzo de 2012

De toda la vida


Este es un aparte que quiero hacer: el homenaje a los bares de toda la vida. Y, especialmente, los que pintan en blanco sus especialidades. Tengo una debiliad por ellos que no me aguanto.

Este es del rastro de Madrid ¡cómo no!
¿Y a que os lo imagináis? Con esas servilletas por el suelo, aunque la normative haya obligado a llenar las barras de incómodas papeleras que te tropiezas cada dos por tres porque ¡cambian solas de lugar sin que te des cuenta!

Otra cosa que no falta es el sitio: nunca hay. Hay que pelearse por un mísero huequillo en la barra que, cuando ya está toda la panda acomodada viene un camarero y con solo su movimiento de dedo índice te señala un plastiquito negro con letras blancas que lo oradan que reza: "reservado camareros"

También peléate por los calamares que salen calentitos de la cocina. Siempre crees que ese plato que sale es el tuyo y nunca es. De hecho te lo pasan por debajo de las fosas nasales en el camino hacia la parejita del fondo que jurarías sobre tu tumba que ha llegado después de ti.

Eso sí, tener que ir al baño en estos lugares es tener ganas. Ganas, ganas. Sobre todo si el suceso ocurre a última hora... Quizás a esa última hora tú ya no veas nada y es necesario evacuar todas las cañitas que te has propinao.

Por todo esto y mucho más, un brindis por esos bares que nos llenan de alegría y de satisfacción ¡Salud!


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